“Tenemos que entrenar a la gente sobre el sesgo basado en la raza, entender el porqué. Debemos tener los ojos abiertos, porque vemos las cosas desde diferentes puntos de vista”.
Carlos Roa / carlosroa1@gmail.com
La elección con mayor participación en 120 años en los Estados Unidos mostró una clara brecha racial: la mayoría de la gente de color votó por Joe Biden, mientras que tres de cada cinco blancos prefirieron a Donald Trump.
Las mujeres blancas se movieron en forma ligeramente mayor hacia el presidente, según las encuestas a la salida de los centros de votación; mientras las damas de color resultaron opuestas al actual mandatario en ejercicio, de una manera numerosa.
Pero la ecuación del “país dividido en 2” es demasiado sencilla y exige profundizar aún más. Por ejemplo, porque más de un tercio de la población elegible para votar no lo hizo.
A pesar de que los matices son mucho más complejos de lo imaginable, la conclusión es una: tenemos que entendernos para continuar siendo un país coherente.
“Hay que entendernos”
Arlie Russell Hochschild es profesora de sociología de la U.C. Berkeley. En su trabajo, se ha dedicado a explorar la base conservadora que apoyó a Trump.
Acota que “Hay que retroceder para entender esta división entre republicanos y demócratas. Ni siquiera estamos de acuerdo sobre las cosas en las que estamos en desacuerdo”.
La también autora de diez libros, incluyendo El Segundo Turno y más recientemente, Extraños en su propia tierra: La Ira y Luto en la Derecha Americana, advierte que es importante entender qué pasó con estos 74 millones de personas que apoyaron a Trump.
La escritora cree que mucha gente blanca cristiana pentecostal que ha entrevistado en el este de Kentucky, piensa que pertenece a un grupo minoritario. “Sé que suena raro, pero es así como se perciben a sí mismos. Sienten que la vida está diseñada en su contra”.
Explica que ven FOX, pero también van a CNN y MSNBC para tratar de averiguar cómo piensa el otro lado.
“En esas televisoras no ven a narradores de noticias blancos. Aparecen deportistas de color y piensan que son millonarios, creen que les está yendo muy bien. Adicionalmente, estos espectadores no han recibido estudios étnicos”.
Advierte que no ven cátedras sobre blancos, cuando sí las hay sobre chicanos o afroamericanos. “Se preguntan: ¿y nosotros? No tenemos un club, y si lo tuviéramos, nos verían como racistas”. Adicionalmente no son gente pobre, pero algunos están bastante cerca del nivel de pobreza.
Aconseja que “Hay que escribir historias de los migrantes hispanos que recuerden, por ejemplo, a las historias de migrantes europeos. Pueden ser vecinos, se pueden hacer conexiones que no veo en medios masivos”.
Afirma: “Cuando a uno le va mal, queremos culpar a otros. Ellos están molestos. No es que se crean superiores. Están deprimidos y tienen miedo”.
Y agrega: “Podemos establecer relaciones de amistad, reconocer al otro, escucharlo. A veces el problema soy yo, estoy pasando de largo ante algo importante, es un error que he cometido. Hay que poner más atención y cambiar nuestra intención”.
“No somos dos mitades”
Mindy Romero, fundadora y directora del Centro para la Democracia Inclusiva (CID) en la Escuela de Política Pública Sol Price de la USC, asegura que acabamos de ver la participación más alta en una elección presidencial desde el año 1900: un 66,7%.
También estos comicios nos dejaron al mayor número de votos para un aspirante a la Casa blanca: Joe Biden, con 81 millones. Y al candidato con el segundo número de votos más alto en la historia, Donald Trump, con 74 millones.
Sin embargo, hay un problema: “La mitad del país apoya a un candidato que la otra mitad considera visceralmente inaceptable”, comenta.
¿Por qué el resultado fue tan cerrado? Para algunos no es comprensible por qué tanta gente votó por el presidente en funciones, especialmente si, comparando sus números actuales con los de 2016, nos damos cuenta de que se mantienen similares.
Sin embargo, hay un problema: “La mitad del país apoya a un candidato que la otra mitad considera visceralmente inaceptable”
“Una mitad no entiende a la otra. Se está jugando el juego de culpar a alguien. Por ejemplo, se dice que, si los jóvenes hubieran ido a votar, el resultado hubiera sido otro”.
Romero alerta que “Hubo personas elegibles para votar que no fueron, unos 85 millones. Esto no es la mitad de Estados Unidos en cada lado”.
Asegura que los votantes de color tienen grandes variaciones internas; pero en su mayoría apoyaron a Biden. Según encuestas, el 58% de los votantes blancos apoyaron a Trump. Y remata: “Siempre los blancos están sobre-representados en las poblaciones en todos los estados”.
En cuanto a los números de votantes separados por etnias para el año 2020, aún no están disponibles; pero como una referencia, citó los correspondientes a 2016.
En aquella oportunidad, participaron 61,4% de los ciudadanos elegibles para votar; con una participación de 65,3% de los blancos, 59,4% de los negros, 49,9% de los asiático-americanos y un 47,6% de los latinos.
Hay que subrayar que las brechas en participación reproducen a su vez brechas en la representación.
Otra de sus afirmaciones contundentes fue: “Lo cierto es que EEUU ha estado terriblemente polarizado desde hace mucho tiempo por raza y etnicidad, solamente que la irrupción de Trump como figura política nos ha hecho confrontar esta realidad”.
También cree que la presidencia de Obama nos hizo pensar en un país post-racial, “pero ya sabemos que eso no es así”.
Además, la retórica sobre el racismo es percibida de diferente manera por los distintos grupos étnicos. “Muchos opositores al mandatario actual no entienden por qué alguien votaría por alguien que ellos ven como racista”.
Pero quienes apoyan a Trump no ven racismo en sus acciones. “Analizando su discurso, él no afirma, lanza probabilidades y deja abierto un camino para que cada quien interprete a su manera”.
Se pregunta: ¿Qué vamos a hacer? Y responde: No será fácil.
Hay que exigir a nuestros oficiales, así como educar a la gente acerca de raza y poder. “Tenemos que entrenar a la gente sobre el sesgo basado en la raza, entender el porqué. Debemos tener los ojos abiertos, porque vemos las cosas desde diferentes puntos de vista”.
Además, adelanta que debemos celebrar el progreso que se ha hecho en estas elecciones. “La gente participa más y más, desde 2016 y las de medio termino de 2018, ahora también en las de noviembre pasado. Tenemos que celebrar a los jóvenes y la gente de color, hay que seguir votando, sin importar el partido político. Nuestra democracia es tan fuerte como las ganas que le metamos”.
La ira de la gente
Davin Phoenix es profesor asistente de Ciencias Políticas, Escuela de Ciencias Sociales, Universidad de California Irvine (UCI) y autor de "The Anger Gap: How Race Shapes" (La brecha de la ira: cómo se forma la raza). Su trabajo académico y literario se centra alrededor de la emoción en la política
Detalla que la raza tiene un efecto sobre quien tiene el derecho de estar molesto. Lo más importante de este libro es que, según su autor, la gente de color expresa mucha menos molestia que la gente blanca, si es que las elecciones no resultaron como ellos quisieron.
“La gente blanca protesta más, pero hay un contraste con afroamericanos, quienes no llegan al nivel de los blancos, quienes se quejan más y se ponen más en contacto con los representantes elegidos”, revela Phoenix.
Sentencia que Donald Trump estaba molesto, representaba a la gente airada. Era una promesa en 2016, pero 4 años después, la gente se puede dar cuenta de que no cumplió sus promesas y Estados Unidos no está bien, eso podría haber hecho que las mujeres blancas se alejaran de él, pero no fue así. El ecosistema de medios alrededor de Trump supo cómo usar esa molestia a su favor.
“Es una polarización, un proceso de normalización y legitimización en el cual se basaron sus votantes. Esto se apoya en el divisionismo que tanto ha usado este candidato, en raza, género, religión y estado socioeconómico. Estos son elementos que definen nuestra política”, remata el académico.