Malasangre: Sensualidad e Inteligencia cuando el último aliento puede ser el primero

Estados Unidos encontrará pasión, erotismo e historia latinoamericana, acomodados plácidamente en la poltrona de la nueva novela de Michelle Roche Rodríguez.

 «¡Llegó!, Tengo una hija que se llama Malasangre». Con estas palabras, Michelle Roche Rodríguez, joven escritora y periodista venezolana, radicada en Madrid, presentó en las redes sociales su último libro. Se trata de una novela ambientada en la Caracas de Gómez, a principios del siglo XX, donde se hace presente el vampirismo. La escritora nos habla hoy de esta nueva “hija” que ya disfrutan los lectores europeos y pronto llegará a Estados Unidos. También hemos aprovechado para conocer sobre su experiencia como inmigrante y su visión de algunos aspectos sobre el país que la vio nacer.

 Marichina García Herrero (*)

 

Pasión, erotismo, misterio y otras maravillas femeninas, darán al lector la emoción de viajar en el tiempo entre fantasía y realidad, a través de una protagonista que salvará obstáculos casi delirantes, con sensualidad e inteligencia, en un mundo también delirante, que estaba a punto de cambiar para siempre. Ciertos elementos descritos en esta novela pueden extrapolarse, perfectamente, a la Venezuela actual.

¿Por qué esta historia de una Venezuela que apenas se asomaba al mundo actual, conviviendo aún con la vida rural en plena dictadura militar?

M.R.R: Venezuela hoy se encuentra en una encrucijada muy similar a la propuesta en tiempos de Juan Vicente Gómez: se debate entre el estancamiento premoderno de la hegemonía militar y las tendencias modernizadoras de nuevas generaciones. La imagen con la que comencé a escribir Malasangre era la de una chica que se revelaba contra su familia, pero conforme comencé a profundizar en su historia, comprendí que se trataba de una mujer que no solo se encontraba en una encrucijada personal, sino social. Ella representa la posibilidad de convertir al personaje pasivo de la víctima en uno activo. En Venezuela, todos somos víctimas de la situación política, con el relato vampírico de Malasangre quise convertir a las víctimas en victimarios y obtener la venganza que nos permite la ficción.

Lo vampírico imprime sensualidad y erotismo a tu historia, es lo que dicen las reseñas europeas.¿Es la primera vez que te atrapa este género o ya habías incursionado en él anteriormente?

M.R.R: En ficción, hasta este momento solo tengo publicada la colección de cuentos  «Gente decente», allí ningún cuento apela al género fantástico. En la colección de cuentos que estoy terminando ahora sí hay uno: se titula «Hombres de papel» y traslada el miedo real a la delincuencia a un discurso gótico. A veces me sale lo fantástico, aunque no lo busco. Sin embargo, este es un género que disfruto mucho leyendo.

En la novela, al parecer, el tema de la hematofagia, tomado por ella como una ventaja, con la cual ella logra salir adelante ante diversos obstáculos. ¿Es así? ¿De algún modo, esta condición le brinda poder a nuestra protagonista?

M.R.R: La hematofagia no es una ventaja. Diana Gutiérrez (la protagonista de la novela) aprende a usarla a su favor en ciertas circunstancias y eso le permite resolver su subsistencia. De hecho, no es la hematofagia sino el vampirismo la fuente de su poder. Solo cuando pierde el alma (y se convierte en vampira) está a la altura de la gente que le hace daño y puede enfrentarla. ¿No te parece este un enorme precio que pagar por su libertad?

-Claro, es un precio muy elevado. Pero el ser humano es capaz de dar la vida por ser libre. El precio que ha tenido que pagar Diana por su libertad, nos deja pensando en el que tendremos que pagar los venezolanos de hoy, por la nuestra. En la realidad actual, como en Malasangre,  hay mucho más que una bota militar intentando aplastar a la inmensa mayoría y ocasionando miseria. Al menos Diana pudo volverse vampira. Las cifras reales de embarazo adolescente, violencia sexual y  abuso de poder (entre otros muchos males), hoy por hoy en Venezuela, superan cualquier relato fantástico, por escalofriante que éste pueda ser.

¿Qué características resaltarías de aquel momento histórico que vivió la mujer caraqueña, después de siglos de vida rural en los que, particularmente las mujeres, casi no tenían voz ni voto en ninguna decisión importante?

M.R.R: Eran tiempos cuando las mujeres no podían acceder a la educación o, si lo hacían, se trataba de una educación mediocre, enfocada en un modelo de mujer subyugado al papel del hombre en la sociedad. En un país mediocre y atrasado como era Venezuela, las mujeres lo eran mucho más porque no sabían ni siquiera el largo camino que debían recorrer para conquistar sus libertades.

- Entre líneas, hay en Malasangre una crítica a aquella sociedad machista, que 100 años después parece continuar. Venezuela vuelve a ser  gobernada por una dictadura que se sustenta en la corrupción militar y que públicamente disminuye a la mujer. ¿Cómo proyecta Michelle Roche Rodríguez, en los personajes femeninos de Malasangre, la relación de la mujer venezolana con la sociedad que ha estrangulado sus derechos y su potencial durante siglos?

 M.R.R: Una de las manifestaciones más categóricas del patriarcado es la hegemonía militar. Me pesa la seducción que tienen en mi país por los militares, el mito bolivariano de que somos un «bravo» pueblo, los libertadores de América o de que lo mejor lo han hecho los gobiernos de uniformados. Me sorprende encontrarme con fanáticos del gomecismo o del perezjimenismo, me parecen tan ingenuos (¿o cínicos?) como los que aún recitan loas al chavismo.

En los últimos dos siglos, los venezolanos no hemos peleado en una sola guerra y, si ponemos atención a los discursos sobre la de Independencia, de allí salimos muy mal parados: ¿por qué nos empeñamos en pensar que el país necesita un hombre fuerte que lo arregle todo? Se trata de un discurso oficial muy anterior al siglo XXI que ha sido usado de forma hábil y convincente por el chavismo.

Lo peor es que deja por fuera los aportes de la sociedad civil donde la mujer ha sido protagonista de los avances históricos. No se habla de cómo la crisis venezolana actual impacta a las mujeres como colectivo, pero sabemos que las que están en situación de pobreza tienen hoy 60% más de probabilidades de morir en el parto que hace diez años y que las fuerzas policiales utilizan la violencia sexual y el acoso como métodos de intimidación contra las mujeres que protestan o son encarceladas. Esto sin contar que en 20 años no se ha avanzado una sola ley sobre derechos reproductivos o paridad laboral en el país. El Instituto de la Mujer, el ministerio creado en 2009 y otros organismos gubernamentales como el Banco de la Mujer han hecho poquísimo porque la situación real del género mejore. Es por todas estas razones que creo que las mujeres somos piezas centrales del cambio en el país.

Michelle, eres venezolana, nacida en 1979, emigrante a España en 2015. ¿Eres nieta o bisnieta de españoles o quizá de inmigrantes de otros países? Cómo percibes la experiencia migrar, de empezar la vida allende las fronteras conocidas. ¿Fue una decisión difícil para ti?

M.R.R: La literatura está por encima de todo para mí. España era el único país de habla castellana donde podía profesionalizarme como escritora, así que me vine. Tomé la decisión después de que muriera mi padre. Como falleció de un momento para otro, me di cuenta que la vida tenía que vivirla plenamente siempre, por si acaso. Mi existencia transcurría sin que hiciera lo que de verdad quería hacer: escribir ficción. Por eso vivo acá. No estoy en España como descendiente de europeos, me viene con una visa de estudiante para sacar un doctorado en Estudios de Género, porque también soy académica. Después de cuatro años pude sacarme la Residencia temporal autónoma, y así «voy tirando», como dicen acá. La experiencia de emigrar es dura porque llegas a un sitio donde no conoces a nadie ni nadie te conoce a ti, así que tienes que irte abriendo camino como puedas.

¿Qué recomendarías a otros jóvenes periodistas o escritores, que se han visto obligados a salir de su país  y deben dejar a un lado su pasión por escribir para trabajar en cualquier otro oficio y así mantenerse y mantener a sus familias?

M.R.R: Son tristes las cifras. Yo lo único que estoy en capacidad de recomendar es la lectura. La pasión por la literatura no se ejerce solo escribiendo, se ejerce, en primer lugar, leyendo.

________________________________________________________________________

*Marichina García Herrero es periodista,  Lic. Comunicación Social, Universidad Central de Venezuela.