Del nuevo periodismo al mundo de las redes y la desinformación

 Angela Zago / zagoangela@yahoo.com

Los periodistas de finales de la década de los sesenta y principios de los setenta recibimos con beneplácito la llegada del “Nuevo Periodismo” que le arrebató a la famosa pirámide invertida su puesto fundamental con el cual redactábamos la información en forma directa: Qué pasó, dónde pasó a quién le pasó, cuando le pasó, cómo le pasó y finalmente por qué sucedió.

Para entonces, como ahora existía una crisis social y los medios de comunicación no ofrecían las respuestas necesarias. El nuevo periodismo permitió a través del reportaje interpretativo explicarle al lector lo qué estaba sucediendo. Un importante grupo de periodistas, apoyado en especialistas, conocedores de la materia comenzaron a profundizar en la información, para explicar  cómo y porqué surgió la crisis que entonces convulsionó a la sociedad.  

Hoy, sumergido en una crisis quizás más profunda que la de entonces, la población recibe miles de informaciones no de periodistas profesionales y, mucho menos, con el apoyo de especialista que aclare el porqué de la situación y las vías para salir de la misma.  

Un importante grupo de periodistas, apoyado en especialistas, conocedores de la materia comenzaron a profundizar en la información, para explicar  cómo y porqué surgió la crisis que entonces convulsionó a la sociedad. 

Las redes sociales que pudieran servir para conocer el  pensamiento y situación de la gran masa –antes silenciosa- sirven para descargar el chismorreo de la vecindad y botar angustias y desacuerdos en desorden y sin claridad.

    Las redes sociales posibilita interactuar y tocar el vecindario para decirles que la comadre o el compadre se robo unas gallinas o que la de al lado no se sabe vestir. Baja el nivel de la información y, en vez de estar en la Aldea Global de McLuhan donde se hace énfasis en las consecuencias socioculturales de la comunicación inmediata, estamos en la vecindad del Chavo.

    Las redes son fundamentales e importantes; Facebook está en el primer lugar del ranking con casi 2.500 millones de usuarios, YouTube con 2 mil millones y WhatsApp acumula 1.600 millones y, sumado al Twitter con su más de 300 millones de usuarios forma parte de ese murmullo mundial donde la información de contenido con análisis serios se pierde. Así, junto a la crisis social y política se encuentra la crisis de la información. 

Aunado a la desinformación que se produce en las múltiples y confusas redes, se instaló el periodismo del chismorreo: necesitados de seguidores, periodistas que se denominan de opinión, no van a lo profundo de los sucesos sino que, por lo contrario, se dedican al chismorreo que tienen como base fundamental atacar en lo personal a quienes tienen algún asidero público. Más que la importancia del chisme, este tipo de periodismo quiere producir el escándalo necesario para conseguir seguidores y convertirse en influencers. Busca likes que les permitirán obtener beneficios económicos. Son los profesionales de las antiguas páginas rojas tan criticadas en algún momento. Se caen a codazos en la búsqueda del público de galería que no está pendiente de respuestas profundas o claras, sino del chismorreo, la noticia fácil, el comentario ligero. 

No estamos en contra de las redes y sus usuarios, pero recuerden y estén alerta; Joseph Goebbels, ministro de propaganda del gobierno nazi de la Alemania del Tercer Reich afirmaba: “miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande es la mentira más gente la creerá.”   

Desafortunadamente no estamos en el mejor momento de la información veraz, justa, equilibrada y sobretodo con contenido profundo donde se exponga criterios de especialistas que sirvan para explicar qué está sucediendo y porqué.