Leda Santodomingo / ledasantodomingo@gmail.com
Nos encantaría planificar todo en la vida, el nacimiento y la muerte entre otros; pero como ni el comienzo ni el final están en nuestras manos, lo único que podemos hacer es una aproximación. Sabemos que una vida verá la luz después de nueve meses de gestación; pero, en cuanto a nuestro final, siempre será un misterio y no lo podemos controlar.
Lo que si podemos hacer es decirles a quienes nos aman, lo que queremos que hagan por nosotros y con nosotros, después que se nos apague la vida.
Si hay algo que odio son los velorios y los cementerios, así que en lo que a mí respecta, mi familia y amigos lo saben, mis cenizas para el agua y para mi despedida lo que más amo, una fiesta.
Les digo esto porque me dio vergüenza ver lo que hizo Luis (cambie el nombre) con su padre: anunció —vía Internet— que como su papá tenía muchos amigos, cobraría 20 dólares a quien quisiera verlo y despedirlo.
Al padre de Luis no lo conocí, pero con él he hablado varias veces; no es un hombre rico, pero tampoco lo suficientemente pobre, como para no poder cubrir el entierro.
Como muchos, me uní a la lista de personas que por solidaridad enviaron el pésame vía Internet.
Hasta allí llegó mi condolencia, después me dio, rabia, dolor y pena ajena, cuando leí que la despedida tendría un costo, había que pagar para ver al muerto y no se aceptaban apariciones de último minuto, es decir había que reservar y pagar por adelantado.
Luis trae espectáculos a Chicago, pero no me imagino que su padre hubiera aprobado convertir su muerte en un show para despedirlo hacia la eternidad, especialmente cuando —según Luis— su papá (el ahora difunto) no quería que le enviaran flores y si lo deseaban, usaran ese dinero para ayudar al prójimo. Que pena, hacer negocios con la muerte.
Un consejo: diga claro lo que quiere que hagan con su cuerpo, ahora, cuando todavía lo escuchan y lo entienden.