Petro inicia nuevo capítulo en Colombia

Un nuevo ciclo político inicia Colombia con la asunción de Gustavo Petro como presidente. Es el primer máximo mandatario de izquierda en 200 años de historia del país y un exguerrillero al frente de las Fuerzas Armadas que  combatieron a los grupos ilegales.

"Tenemos que terminar con seis décadas de conflicto armado, con dos siglos de guerra permanente, la guerra perpetua de Colombia", dijo Petro. "Cumpliremos el acuerdo de paz, seguiremos a rajatabla las recomendaciones del Informe de la Comisión de la Verdad", afirmó.

"Llegar aquí, junto a esta espada, para mí es toda una vida, una existencia. Esta espada representa demasiado para nosotros, para nosotras. Quiero que nunca más esté enterrada, retenida, que solo se envaine, como dijo su dueño, el libertador, cuando haya justicia en este país", dijo el Petro sobre el sable de Bolívar.

La espada fue robada en enero de 1974 por el M-19. Estuvo en su poder durante 17 años y fue entregada al Estado en 1991, como un gesto de paz para firmar el fin de las confrontaciones. Se guardó en una bóveda del Banco de la República, sin acceso al público, y en 2020 fue trasladada al Palacio de Nariño, donde reside el presidente.

La Plaza de Bolívar estaba totalmente llena. Desde la estatua del libertador hasta la Casa de Nariño, con políticos, diplomáticos e invitados especiales; el otro pedazo estaba ocupado por las comunidades indígenas, afro y campesinas, quienes por primera vez se acercan de verdad al poder Ejecutivo.

En sus discursos Petro se ha nombrado hijo del pueblo, que no es otra manera de esas que su vida representa esas muchas vidas, que él es un arquetipo de a quienes ahora va a gobernar. Quizá por eso reparaba en silencio tanto a los congresistas que conversaban espontáneos, como al público, donde alguien sostenía una pintura que lo mostraba a él abrazando a la vicepresidenta Francia Márquez.

El presidente del Senado, Barreras, le tomó su juramento para que la senadora María José Pizarro, le vistiera con la banda presidencial mientras ella dejaban ante los asistentes otro emblema: el retrato de su padre en su espalda bordado por tejedores de paz.

El mandatario lloró dos veces. Al comienzo de su discurso, cuando expresó que llegar hasta ese atril era el recorrido de una vida y que esa espada al lado suyo sí que lo simbolizaba, pues la guerrilla en la que él militó antes de entrar a la vida política, el M-19, la robó en 1974 y él mismo se encargó de devolverla en 1991, cuando ya estaban desmovilizados.

Saludó a los expresidentes que estaban allí presentes (César Gaviria, Ernesto Samper y Juan Manuel Santos) y a los que no (Andrés Pastrana y Álvaro Uribe), un gestó que decantó risas por el revés que Pastrana y Uribe hicieron a su investidura. Este último había prometido llamarlo, pero hasta el cierre de esta edición su silencio era el único mensaje que dejaba ver en público.

Prometió cumplir a cabalidad el Acuerdo de Paz con las Farc y seguir las recomendaciones de la Comisión de la Verdad, implementar una economía de producción en busca de la riqueza para todos, moderó su discurso invitando a los ricos a pagar a los impuestos con orgullo e hizo diez promesas para su mandato.

Las lágrimas volvieron al cierre con la promesa de unir a Colombia y con el relato de la niña arhuaca que en su posesión de antaño en Santa Marta le habló del perdón. Terminó su intervención con la voz quebrada y

Hubo momentos de aplausos. Sus promesas de paz, igualdad de género y de una economía sin carbón y petróleo fueron motivos de ovación.

Los invitados

A los invitados especiales sentados en el medio les gritaban arengas. Escuchar el apellido Lasso era la antesala a un “uhhh” colectivo y que alguien saludara al Rey despertaba una reacción semejante. Lasso el único presidente de la centro derecha suramericana que asistió a la cita.

El monarca español guardó un silencio diplomático. Frunció su ceño y pocas palabras cruzó con los presidentes y delegados que estaban sentados junto a él. Uno de ellos, el mandatario chileno, Gabriel Boric, a quien el público aclamó con vehemencia cuando entró en escena y las tantas veces que Petro o Barreras lo mencionaron.