Francisco Olivares: Los últimos días de Hugo Chávez

Francisco Olivares / folivares10@gmail.com

 

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Hasta ese momento el mundo parecía a sus pies. Nada perturbaba su sueño consumado, acompañado de sus fantasmas heroicos que cobraron vida en sus pensamientos, relatos y acciones cotidianas. Personajes épicos que renacieron en sus discursos, en las proclamas y en los símbolos de la revolución.

Aquella mañana del 9 de mayo de 2011, cuando, Hugo Rafael Chávez Frías, quien llevaba 12 años gobernando a Venezuela, el hombre fuerte del continente, el caudillo militar que la revolución erigió como heredero universal y guardián del culto al Padre de la Patria, sería sacudido en su propio sitial.

Al salir a trotar por los jardines del Palacio Hugo Chávez sintió por primera vez un pequeño dolor en la rodilla izquierda poco antes de salir a una nueva gira por los países aliados como Brasil, Ecuador y Cuba. Apenas dio unos cuantos pasos comenzó a sentir un fuerte dolor, se detuvo un instante, flexionó las piernas, masajeó la rodilla herida; pero el dolor permanecía. Miró a distancia prudencial a sus escoltas, con gesto de que no había razón para alarmarse.

En este libro se narran todos los acontecimientos que se produjeron a partir de ese momento, el ocultamiento de su enfermedad, las intrigas de sus hombres cercanos, el secuestro del caudillo en Cuba, la conspiración y la trama detrás de su padecimiento, pues su enfermedad impactaría no solo a la revolución chavista sino a todos sus aliados del continente.

La narración se hace a partir de este personaje. Al comprender su inevitable destino se desprendieron con más fuerza sus obsesiones y demonios, afloraron sus debilidades y al final, el miedo a la muerte. Describe cómo un militar con pocos méritos en la carrera armada y protagonista de un fracasado intento de golpe de Estado fue erigido como caudillo latinoamericano y se le consideraba protagonista de la segunda independencia de Venezuela y heredero de Simón Bolívar.

Como hombre creyente en la santería, el espiritismo y las fuerzas ocultas, vivió bajo el estigma de la premonición que le hiciera Cristina Marksman, la vidente que guió sus pasos hasta que logró el poder.

Los espíritus que pensó lo protegían, como el de Bolívar y su bisabuelo Maisanta, lo acompañaron en todo su ascenso al poder y por eso en sus delirios lanzó la tesis de que Bolívar fue asesinado. Una obsesión que lo llevó a ordenar la exhumación de los restos de Simón Bolívar. En su creencia de heredero del padre de patria, frente a su enfermedad, no dudó en asegurar que él también había sido atacado y su enfermedad inoculada por una conspiración del “imperialismo”.

Ese acto de exhumación desató la fuerte creencia popular de la maldición de Bolívar que llevaría a la muerte a muchos de los caudillos de la revolución y finalmente al propio Hugo Chávez.

En sus últimos días optó por apartar la ayuda de sus santeros, babalaos y videntes, para abrazar a Cristo y la fe Católica, de la que tanto había denostado.

Ante la enfermedad la prioridad de Cuba y de la cúpula chavista sería cómo manejar la sucesión, y quién debía ser el heredero, y a pesar de la gravedad de la enfermedad fue necesario ocultarla y mostrar un Chávez todavía fuerte, hasta que se hizo inevitable aceptar la realidad.

De líder fuerte la propaganda lo convirtió en un redentor, en un profeta, quien debía trascender después de la muerte. Por eso, en su campaña electoral en lugar de ofrecer el puño vengador como en otros tiempos, se ofreció un rostro pacífico quien alzaba los brazos para las bendiciones al lado del Santo Cristo.

Antes de anunciar su muerte se intentó embalsamar el cuerpo, para lo cual se trajo a Venezuela un equipo especializado de Rusia. Nicolás Maduro quería exponerlo como Lenin, Mao o Ho Chi Min en una urna de cristal, pero el deterioro de su cuerpo era tan avanzado que no fue posible. Mientras los científicos hacían todo lo posible por reconstruir el cuerpo, una carroza fúnebre con una urna vacía circulaba por las calles de Caracas.

En sus últimos meses de vida y en el tránsito hacia la muerte Chávez nunca pudo borrar la premonición de su vidente de que moriría antes de los 60 años. Ella, al igual que su amante, Herma, fueron las mujeres que guiaron sus pasos; pero a quienes apartó de su vida tras su ascenso al poder. Arrepentido, imploró a gritos la presencia de ellas: Herma y Cristina Marksman. Pero ya era tarde para él y para el país.

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Francisco Olivares, periodista de investigación, es autor de: Afiuni la presa del comandante / Las balas de abril / Las cuentas ocultas del Presidente.