Mireya Rodríguez / carmenmireya.rodriguez@gmail.com
Vivimos en un mundo violento. Son múltiples sus formas de expresarse, unas más antiguas que otras. Todas reflejan las dificultades del ser humano para resolver sus diferencias de manera pacífica y adaptarse a los procesos de cambio que como sociedades vivimos inevitable y permanentemente.
Esta realidad se ha ido visibilizando cada vez más en los distintos ámbitos. La más reciente fue la revolución causada en la industria del entretenimiento en Estados UNIDOS con el Movimiento #MeToo, que cundió como pólvora en el resto del mundo. Dar a conocer a los perpetradores se volvió viral. A falta de una justicia expedita, los medios se convirtieron en pantallas para denunciar y superar décadas de silencio y humillación.
Sin embargo, todavía hay áreas donde permanece ese velo, detrás del cual se producen y reproducen actos de violencia de muy diversa naturaleza. Me refiero al ámbito político en general y a los partidos políticos en particular.
Durante mis 15 años de asesoría a mujeres líderes políticas, siempre supe de este fenómeno, pero nunca había tenido la oportunidad de abordarlo a fondo. Eso cambió a finales del 2020, cuando me fue solicitada una propuesta para tratar este tema de la Violencia Política para Honduras, respaldada por la Iniciativa Spotlight implementada por el Sistema de las Naciones Unidas y la Unión Europea en Honduras, en colaboración con el Instituto Holandés para la Democracia Multipartidaria (NIMD). Estas tres instituciones decidieron unir esfuerzos para abordar este delicado tema derivado de la participación de las mujeres en Política.
Así, durante un mes tuve la oportunidad de facilitar cuatro sesiones con el objetivo de sensibilizar, concientizar y motivar a alrededor de 200 mujeres candidatas a cargos de elección popular para abordar este tema y visibilizarlo, adquiriendo herramientas conceptuales y legislativas para saber qué hacer y cómo hacer en caso de ser víctimas de hechos de violencia física, psicológica, sexual, económica o simbólica como consecuencia de su ejercicio político.
Es indignante ver como ocurre y cómo se ha naturalizado la violencia en política, ya que es vista como el costo de hacer política. Pues sepan que no es natural, ya que viola los derechos políticos y humanos de las Mujeres, consagrados legalmente. Tampoco la denuncia puede ser vista como acto de deslealtad al Partido, Mas bien es un acto para fortalecerlo, sacando de sus filas a quienes ven a las Mujeres como objetos de transacción para concederles espacios políticos.
¿Habrá llegado la hora de un ##MeToo en Política?