Argentina, inmensa

Mari Herrero / garciaherreromari@gmail.com

Hemos visto, con asombro y emoción, a toda una nación, la Argentina, unida, abrazada, en la calle, feliz, manifestando amor por su gente y por un equipo deportivo que los representa. 

Esta festividad nos cuenta que, más allá del triunfo en el Mundial de Fútbol, el pueblo argentino celebra, como muchos hemos estado celebrando, a viva voz o en silencio, la esperanza. Eso es. Más allá del triunfo, celebramos la esperanza, que con ese triunfo, ha renacido. 

Ciertamente en Buenos Aires, alguna que otra gente resulta prepotente y fastidiosa para quienes visitan esa bella pero muy estresante capital, pero la verdad es que el pueblo argentino es, en general, un pueblo noble, agradecido y solidario. 

Argentina no es grande así no más, es inmensa,  es una tierra que acoge, que abriga, que ama. 

Así la vemos muchos latinoamericanos, sobre todo los que tenemos familia y amigos allá. Sabemos que ese país ha resultado bondadoso y amable en su acogida a muchos migrantes del continente, además que aquel sur de nuestro continente ha sido buen cobijo para quienes bajaron hasta él, buscando solidaridad. 

También sabemos que el pueblo español, antes y después de las guerras del pasado siglo, el pueblo italiano y otros muchos pueblos europeos, hallaron en Argentina acomodo para muchos de sus ciudadanos, que reinventaron allá sus vidas, incluyendo familias judías perseguidas en época de holocausto y familias alemanas que habían apoyado, por desgracia, a Hitler. Una mezcla de culturas, de sabores, de colores que encontraron la oportunidad de ser mejores, de renovar, de volver a nacer, al sur de América. 

Argentina, la actual, celebra frenéticamente la esperanza que un grupo de deportistas le regaló esta navidad: los ampara la idea, ya no abstracta, de poder liberarse  y tomar el presente y el futuro en sus manos, que son las de todo un pueblo maravilloso, que nos ha aportado mucho, no solo con el talento de sus deportistas, también con su poesía, con su literatura, con su historia, con su arquitectura, con su humanidad. 

Argentina hoy tiene la esperanza de renacer en sus valores verdaderos, los más importantes. La esperanza de sacudirse el polvo y echarse a andar de nuevo. De abandonar esquemas que sumieron en la miseria a gran parte de su gente. Eso es lo que los hace inmensos a los ojos de quienes sentimos que también nuestros pueblos pueden renacer, abrazarse, bailar. 

Hoy, leyendo a Marcelo Larrea, periodista y poeta ecuatoriano, que escribió: “Argentina será grande entonces en la superficie, como es bajo los absurdos que la fragmentan, la confrontan consigo misma y la oprimen. Será  grande, libre, soberana”, deseamos que así sea, que Argentina pueda, con las voces lindas de Mercedes Sosa, de Gustavo Cerati, de Facundo Cabral y de Gardel, en su subconsciente colectivo, salir adelante. 

Uno espera que rueden las películas de Babsi, encontrar sentido en aquellas viejas protestas de Edmund Valladares, en su cine y en sus artes plásticas, junto a las imágenes de Pino Solanas y las de series de televisión actuales como “Vientos de Agua” esa que nos muestra, en Netflix, tanto amor en un solo pueblo. 

Uno espera, también, que los versos de José Hernández en Martín Fierro sigan acompañando aquellas calles y aquellos pasos, aquellas manos que laboran y “laburan” y den fuerza, por fin, a los cambios que Mafalda, la argentina, la americana, la nuestra, soñó. 

Los genios de Messi, de Maradona y hasta del Dibu, que por encima de expresiones juveniles un tanto desafortunadas o de acciones rebosantes de inmadurez en algunos particulares, se manifestaron correctamente, magistralmente, en la cancha, para lo cual estaban preparados, y mostraron al mundo, antes y ahora, que el esfuerzo y la constancia dan frutos, como ha dado frutos el genio de Sábato y la maravilla de Borges, ya no con sus cuerpos y un balón, sino a través de sus cerebros prodigiosos y creativos. 

El pueblo argentino es un pueblo que ha sufrido, que ha sido manipulado y traicionado muchas veces, que ha sido pisoteado y amenazado. Un pueblo al que le han robado sus hijos, al que han torturado y vejado. Sin embargo, hoy limpia sus resentimientos y celebra la esperanza con huellas nuevas y el amor, intacto, con las huellas de siempre. 

Sus calles, sus pampas, su Buenos Aires, su Córdoba, su Mendoza, su Bariloche, su Patagonia, sus Malvinas, que latieron en el corazón de toda América cuando enfrentaron la guerra, merecen y disfrutan esa esperanza. 

Por eso, gran parte de sus vecinos de este hermoso continente y del resto del mundo, disfrutamos en este momento su contagiosa  alegría, escuchamos tango y hasta sentimos el saborcito del mate en nuestra boca, recordando lo bueno, lo mágico, lo inmenso, que es lo que siempre hay que recordar, de ese noble país, que hoy se levanta para festejar. 

Hoy, Alejandra Pizarnik sale a caminar entre la multitud y Alfonsina Storni, como una sirena hecha mujer, avanza desde el agua hacia la playa, en sendos actos de humanidad y belleza. Ellas nos regalan su poesía, trascendente, hermosa, femenina y viva, en cada sonrisa y en cada abrazo de los que su país entero  lanza al viento, cual palomas mensajeras, esta navidad inolvidable de 2022.

No eres grande, eres inmensa, Argentina. ¡Gracias!, por tu inmensidad.