Carlos Roa / carlosroa1@gmail.com
Un tiroteo contra asiáticos en Atlanta, otro contra personas LGBTQIA+ en el Pulse de Orlando. Desde crímenes de odio violentos hasta racismo estructural y campañas genocidas, ¿Cómo las personas y comunidades encuentran una manera de reconciliarse con los actos horribles perpetrados contra ellos, sus familias, sus comunidades?
La pregunta adquiere una nueva urgencia a medida que aumentan los delitos de odio entre comunidades raciales y étnicas y, a menudo, dentro de los mismos grupos.
Sanar lo que está roto
“Las personas negras en Estados Unidos siempre estamos rotas”, afirma James Taylor, Profesor de Política y Estudios Afroamericanos en la Universidad de San Francisco. Está enfocado en derrumbar barreras y que la gente logre entender en sus propios términos lo que se ha logrado, con el fin de crear empatía.
Durante el último año y medio, Taylor ha trabajado con el Comité de Reparaciones de California, el primer órgano de un estado creado para remediar el racismo sistémico contra los afroamericanos. Fue creado por Gavin Newsom.
Su labor reciente se ha conectado con un proyecto de ley que data de 2006, un reporte anual donde todas las corporaciones de la ciudad deben reportar cualquier cosa vinculada a la esclavitud. Eran organizaciones y activistas de San Francisco.
“Esto ha indicado que tenemos problemas sin solucionar que no hemos confrontado. Creo que la acción afirmativa debe suceder, pero necesitamos reparaciones, mover la conversación”.
Afima que nunca se había llegado tan lejos antes. “En Nueva York también se implemetó un comité”. Pero advierte que por otro lado, “Se niega que hubo un daño. Hay gente que lo critica y ni siquiera se ha molestado en estudiarlo”.
Fuera de la comunidad afroamericana, los apoyan las comunidades japonesa y judía en San Francisco. “Los japoneses se contactaron con los musulmanes, porque entendían lo que era ser una minoría, a raíz de lo que vivieron en la Segunda Guerra Mundial”.
“Se trata de sanar, reconciliar, sanar el hueso roto”, concluye.
Documentar los acontecimientos
“Estas cosas no son nuevas, por eso es importante documentarlas”. Así lo dice Helen Zia, autora y fundadora del Instituto Vincent Chin.
El asiático-americano Chin fue asesinado a golpes con un bate de beisbol en 1982. Dos trabajadores automotores blancos lo culparon por su desempleo en Detroit, durante el auge de los automóviles japoneses. “Esta retórica logró pasarle la culpa a un enemigo externo”, declara la vocera.
“Fue un asesinato de odio frente a cientos de testigos. Dijeron que estas personas no podían estar en la cárcel y fueron dejados en libertad condicional”, agrega.
Afirma que es un trauma intergeneracional y que eso se pudo confirmar por el odio y violencia detonados por el COVID. “Hubo acoso violento contra asiáticos. Se incrementó hace tres años y parece no disminuir”.
Pero lo que hizo la diferencia en el caso Chin fue que la comunidad asiático-americana se juntó. “Parte de mi trabajo fue documentar esto”, revela. “Soy un agente activo por el cambio, uso mis conocimientos periodísticos para eso”.
Y remata: “Tenemos que mostrar cómo nuestras comunidades pueden juntarse”.
Soluciones estándar no funcionan
Néstor Fantini, co-editor de Hispanic LA, es también Catedrático de Sociología y ex preso político en Argentina. Su experiencia es una visión distinta de una sociedad fracturada.
“Estaba en la Universidad de Córdoba, era estudiante y trabajaba. Me arrestaron por mis actividades políticas. Aunque nunca tuve cargos, fui torturado. En 1977, Amnistía Internacional me adoptó como prisionero de conciencia”.
Refiere que, en aquellos eventos históricos de 1976, cerraron el Congreso y arrestaron al presidente. “No fue una guerra, fue terrorismo. Secuestraban personas, las llevaban a campos de concentración, hubo 300 mil desaparecidos, ejecutados. Ahogaban a prisioneros en el Océano Atlántico, secuestraron a 500 bebés”.
Fantini estuvo en el juicio de julio de 2010 contra los generales Jorge Rafael Videla y Luciano Menéndez. 26 militares fueron encontradas culpables de crímenes contra la humanidad.
Asegura que “Apoyo la reconciliación y la justicia restaurativa, una alternativa a la violencia y a la venganza”. Pero alerta: “El delincuente tiene que reconocer el dolor que causó y debe proveer una reparación”. Y refiere que, en los juicios de Argentina, “no reconocieron su culpa, no proveyeron información sobre los secuestrados y desaparecidos, no hay vergüenza alguna”.
Cree que una solución igual no funciona en todas partes. “Lo que hizo Mandela en Suráfrica puede ser un referente, pero nuestro caso en Argentina fue distinto”.
En cuanto a la situación estadounidense, considera que “Aquí tenemos unos 2 millones de personas en las cárceles, más del 60% son miembros de las minorías. ¿Cómo podemos no apoyar a la justicia restaurativa?”
Y cierra con una reflexión: “Los crímenes contra la humanidad deben ser castigados, pero solo el individuo que sufrió el daño, tiene la postestad de perdonar”.